jueves, 23 de marzo de 2017

No me dejes en paz

Podría pedirte por favor que no me dejes en paz, pero no voy a rogar por mi vida o mi paz mental.

Es extraño, sabes. Muy. Y todavía no deja de sorprenderme mi valentía, porque ya no tengo miedo, ¿viste? Ya no me das miedo, me das lástima.
Pensar que por tanto -tanto- tiempo fuiste mi inspiración; llenaste las líneas de mis cuadernos; también tenías un alto porcentaje de presencia en mi cabeza, y encima tenías el tupé de robarme el corazón (a veces, después de todo, sí).
Corrí contra la corriente por vos, no porque me lo pedías, sino porque yo así lo quería. Te quería, con toda mi enfermiza y adolescente alma; esa que cree que el amor es para siempre y que nunca iba a permitir que nada ni nadie nos separe. Quizás lo dos así lo hicimos y así lo idealizamos, hasta que mi frente chocó con tu frente y nos terminamos de enfrentar.
Vos no eras para mí y yo tampoco para vos. Intenté explicártelo con poemas, con versos, con silencios, con gritos y puteadas, pero aún así no lo entendiste. Sin verme, sin saber de mí -o yo de vos- enterraste en lo más profundo todo afecto. Ya no queda nada. Hace mucho que dejaste de latir.
Y aún sabiendo que no hice nada malo, mi consciencia no me deja dormir: ¿Soy una mala persona? ¿Qué voy a hacer con tantos recuerdos horribles dentro de mi? ¿Qué va a pasar con mi tranquilidad? ¿Me la van a devolver? ¿Vas a desaparecer al fin? Sos el fantasma que no me deja en paz desde que decidí quererme un poco más.
Pienso mejor lo que siento, lo que creo y lo que quiero, y no quiero que me dejes en paz. No quiero un nudo en la garganta, presión en el pecho, nauseas y dolor de cabeza al recordar quien sos. ¿Y ahora quién sos? ¡Nadie!
Como no voy a permitir que nadie me deje en paz, no voy a dejar que me mates, ya no más. Me mataste de todas las formas que se puede matar el amor de una chica que daba la vida por vos. No voy a dejarte la última posibilidad de matar lo poco que pueda quedar de mí. O al menos no te va a resultar tan fácil, porque nunca lo fue.


Nunca fui tu propiedad.

domingo, 12 de marzo de 2017

Así

Sin novio, amigos, amantes, ni alguien que con la guitarra me cante, así estoy.
Más sola que la botella de vino a medias en la alacena del medio de la casa de ella.
Más triste que el final de la película que vi ayer.
Más loca que la loca que me robó a mi chico (y que la gata saltando de la cama por seguir una mariposa que en realidad era una sombra).
Sí, así estoy.
Casi parece que fue ayer cuando esperaba toda la semana para que llegue el sábado y poder salir a bailar con amigas, para ver a mi novio -o amante- o algo que me motive a ir a esos boliches de mierda de por aquí. Hoy es sábado y mi mejor opción es cerrar los ojos y dormir, para dejar de pensar pelotudeces.
-Para dejar de pensar en él, lejos de aquí.
-Para dejar de pensar en él, lejos de aquí, con ella, muy cerca de ahí.
-Para dejar de pensar en ella -como si me importara-.
-Para dejar de buscar excusas para mandarme una cagada.
-Para dejar de

Basta.
ZzzZZzz

martes, 7 de marzo de 2017

Angie y el patrón, en el banco del banco

Dos nenes juegan en el piso del banco. Mamá y papá miran sentados desde la segunda fila mientras esperan que pasen los números que faltan. Parece que será una larga espera.
Uno de los niños empuja al otro, llanto. Angie se levanta de su silla.
-Angie! A donde vas? -grita fuerte
Ella mira con miedo y a penas se escucha su voz:
-Al baño...
Toda la gente alrededor supo por qué Angie necesitaba ir al baño; pues su mancha en el pantalón puso en evidencia su emergencia.
-Vas y vuelves y te quedas quieta- sentencia su pareja.
Angie hace dos pasos y un hombre en sentido contrario la choca, casi se cae. Pide perdón y la sostiene de los hombros. El sujeto enojado mira atento desde la silla. Angie voltea la cabeza y vuelve a mirar con miedo. Desaparece por un instante.
Alguien le dijo que en el banco no hay baño, que quizás afuera la dejen entrar al baño de algún bar. Cambia de sentido y comienza a caminar hacia afuera, pero al pasar de nuevo por el frente de las sillas (y de los nenes en el piso):
-ANGIE! VENI A SENTARTE!
Angie se acerca y con miedo y voz baja pregunta
-Qué pasa?
-SENTATE Y DEJA DE JODER
Lo quedó mirando un breve momento y sin protestar se volvió a su silla y apoyó sus manos en sus rodillas. Comenzó a mover los pies, expresión de nerviosismo (o ganas de ir al baño, ¿quizás?).
...
Angie ve a los niños jugar y ríe:
-DE QUÉ TE RÍES?- Protesta fulano de tal.
-Los chicos, están jugando- agrega y su sonrisa se opaca al ver el gesto asqueroso de su patrón.

En quince minutos todos nos dimos cuenta de la violencia que sufre esa mujer y que quizás nunca lo podrá identificar, porque siempre fue asi desde que nació y cree que nada va a cambiar.
Los que sí lo identificamos y sabemos que sí se puede cambiar tenemos la tarea de hacerle saber a esa gente víctima de violencia machista que no está sola. Angie no está sola. Basta de tratarnos mal.

Angie se levanta, no aguanta más las ganas de ir al baño:
-Me voy a orinar...
-ANDA Y VOLVÉ RÁPIDO, HACÉ EL FAVOR-, grita de nuevo, su patrón.
Vuelve para el otro lado y un grito la hace volver al lugar, sin haber cumplido su necesidad:
-VENÍ PARA AQUÍ; SENTATE, DESPUÉS VAS A IR, DEJA DE JODER-, y punto.

#NiUnaMenos

jueves, 2 de marzo de 2017

El arte de no tocarte y amarme sin tocarme

No había nadie que me mire con el mismo brillo con el que vos me mirabas en aquellos días, sin embargo; yo tenía mi mirada ocupada en otras sombras. De todos modos, nunca dejé que apartes tus ojos de mí.
El tiempo pasó y las sombras se aclararon al punto de verte salir de ahí; vos prendías la luz y tu amigo se desprendía de mí. Qué importa, siempre fuimos más de dos. Y aún así no me entregaba, ni me entregué.
Un par de melodías para acordarte de que no me habías olvidado; me veías con él, pero no me dejabas de sonreír. Yo tampoco.
Y ahora, tanto tiempo después, pareciera que el tiempo no ha pasado en absoluto. Te cruzo sin querer y tus cachetes se enrojecen, tiembla tu voz y repites palabras sobre cosas que me dices pero no quieres decir, esas que salen a la fuerza en lugar de las que quisieras.
Siempre hiciste lo que quisiste, pero no conmigo.
Hoy somos cuatro, más la sombra que volvió a tener peso en esta balanza de cosas sin sentido, pero no importa. Me gusta verme en tu mirada y saber que esa titubeada la causé yo.
No me gusta pensar en lo que hubiese pasado si hubiese dejado las cosas fluir, dejalo ahí. Me gustas así.
Sí.