miércoles, 28 de noviembre de 2018

Al purgatorio

Me pregunto qué le habrá pasado por la cabeza cuando recibió el sobre. ¿Se lo habrá imaginado? ¿Habrá tenido alguna sospecha? ¿Habrá llorado pensando en el final? Quizás nunca lo sepa, quizás simplemente no pensó en nada. En nada, y siguió. Se puso las alpargatas y se fue a trabajar.
Y pensar que hay gente que se enoja y putea por no poder comprar un sillón; u otros peor, que no llegan a fin de mes por haberse endeudado para comprar un celular. Pensar que hay gente que vive triste y enojado viendo lo que le falta, en lugar de todo lo que tiene.
Y a este, que le falta todo, quizás lo único que le importe ahora sea tener un poquito más de algo tan simple e importante como la vida. Le falta tiempo, le falta vida, ¿será que quiere un poco más? ¿O será que ya no quiere ni lo que le queda?
¿Se preguntará cuánto le falta? ¿Se arrepentirá de algo que hizo, o de algo que no? ¿Será consciente de que se está muriendo? De que un hongo le está comiendo los recuerdos y todo lo que lo hace quien es.
¿Cómo sabe uno si está viviendo o si en realidad estás muriendo y delirando en una cama de hospital?
¿Se acordará de mí? Y de todos los chistes que solíamos hacer sobre la gente que nos caía mal. ¿Se acordará del abrazo que me dio esa noche que me vio llorando de impotencia por no poder mandar a la mierda a mi jefa? ¿Sabrá que me duele saber que está así? ¿Se sentirá solo? ¿Sentirá dolor?
Negar que las cosas cambian es un absurdo, tanto como pretender que la muerte no duele; pero no pensé perder a dos personas que quería en menos de lo que tarda la Tierra en girar alrededor del sol. Y perderlas en serio, porque las otras formas de perder son puras ficciones. Ficciones que a veces ni duelen, y este tipo de pérdida sí que duele, y no se olvida. A veces no se supera jamás.
Y sé que voy a seguir mi vida, como todos. Vamos a levantarnos al otro día, ir a trabajar, atender hijos, ir a eventos, ver películas, volver a sonreír y volver a estar tristes por otra cosa. Quizás hasta me olvide de todo por un momento, pero cada vez que algo los traiga a mi memoria, voy a extrañar, y me va a doler.
Va a doler porque no acepto ni voy a aceptar nunca perder a la gente que quiero. Gente buena, que no hizo nada malo, gente que me llegó de alguna manera. No quiero aceptar ni voy a aceptar nunca que esa gente se vaya antes que yo. Es un dolor tan inexplicable como feo, la soledad, el vacío que deja cada uno -y que van a dejar- que no me siento preparada para afrontar.
La muerte es tan común y tan compleja para mí. No le tengo miedo a morir. Tengo miedo de que la gente que amo se siga muriendo.