viernes, 19 de octubre de 2012

El regalo más grande.

Blancas, rosas y rojas... Eran un montón... Faltan pocos días para mi cumpleaños y estoy ansiosa. Las cosas con él no están muy bien que digamos, es que es tan poco romántico, frío, pero algo me dice que este año va a pasar algo diferente, creo que me espera una sorpresa. Quiero pensar que va a venir con un regalo gigante que le haya costado a él, al menos esta vez. Un regalo con el que demuestre todo lo que quiere decir y a esas palabras en su boca les cuesta tanto salir. Un regalo grande, no preciso que sea material, pero quiero que signifique algo importante. Será una torta de chocolate de esas que me encantan? O una cena en el restaurante nuevo de la esquina de la plaza? O un peluche inmenso de esos que siempre pedía cuando era chica? O una carta de cinco hojas, para leer durante las noches, o al menos una tarjeta! Ay!!! Tal vez sea un perrito! O un millón de besos y caricias, o un viaje, o qué se yo! pero estoy segura de que con algo va a caer. --- Llegó el día! El maldito día. Maldito por el sentido de que estoy envejeciendo y eso me entristece. Después de una rica cena en familia, y de llenarme los cachetes de labiales de diferentes tonos, provenientes de mis tías/amigas/mamá y demás, suena el timbre. Voy yo, después de ceder a las ocho veces que mi mamá me pidió que abriera yo. Quién era? Era él! Él, el mismo miserable, idiota, cretino de siempre. Era él y no había cambiado en nada! Qué le costaba un regalo mejor? Qué le costaba regalarme una vida entera de amor y de felicidad? Qué le costaba regalarme su sonrisa todos los días, su cariño, su amistad, su corazón! Por qué no lo hizo? Yo siempre le di eso, todos los días desde el primero, no sólo en su cumpleaños y era algo que me costaba a mí y lo conseguía con mi esfuerzo! Todo siempre era para él y nunca supo valorarlo. Nunca supo valorarme. Siempre tuvo todo de mi, porque le dí éstos y otros cientos de regalos más, y yo sólo quería su respeto. Qué le costaba quererme sólo a mi? Le regalé gritos, lagrimas, mocos y hasta vidrios de un vaso roto. Le regalé portasos, ceños fruncidos, mi tono de vos más alto y el sólo me demostraba ignorancia, y falta de atención. Pero por qué justo hoy no se le ocurrió regalarme nada de lo que yo quería? Ni siquiera en el día de mi cumpleaños! Basta. Hay que aceptarlo, o al menos resignarme a que esto ya no va a cambiar y debo seguir adelante sin darme el lujo de esperar regalos de nadie. Y ojalá llegue el día en que ese infeliz entienda que un ramo de flores, en ciertas circunstancias no vale nada...