sábado, 12 de abril de 2014

Un impulso, para Lourdes

Lo que pasa es que en mi mente hay unas cicatrices viejas que ya sean zurcido de lo mejor, reabrirlas sería un terrible error, un tremendo dolor. No lo aceptaría, inclinaría mi vida al alcohol, en principio; pero de ese que nos hace arde hasta el alma, emborrachándonos de canciones y poesías tristes y nos halla al otro día resaqueados de nostalgias, vomitando frases y oraciones que le lloran al amor; pero eso sí: cicatriza hasta las más profundas lágrimas.
Continuando con los días, le seguirían unos 19 días y 500 noches de sólo pensar: pensar en cómo dejar de recordar lo que tengo que olvidar, pensar estrategias rutinarias para escaparle a la memoria, dejar que los ojos se entretengan con otros rostros, otras escenas, en constante memoria RAM; pensar en pensamientos que piensan pensamientos ajenos, pensando que se le puede agregar algún propio pensar... En fin, pensar hasta hartar.
Por último y la más extensa pero revitalizadora etapa es la de transmutar: irse de la antigua piel, zafar, transformar el gusano pensamiento en una hermosa mariposa sentimental, reencontrarse con la esencia (inocencia), regresar al estatus natural, abrazarse con nuestro interior, dejando que nos inunde, como antes de anteayer, lo hermoso que es volver a ser.
P/D: Y si alguna vez te vas, vuelve la rueda a girar y yo acudiría a ese alcohol sanador otra vez...

"El chino"