Ando a mil
De aquí para allá, llevando y trayendo. Ocupado, siempre apurado.
Caminando tan rápido por alguna peatonal -o en una vereda muy angosta, peor- que terminas chocando con el hombro de algún otro que camina en tu contra. Y no hablar del que está delante y parece que va paseando y no cede lugar.
Vas agitado, llegas a destino todo transpirado, alterado. Haces lo que tienes que hacer y otra vez la carrera con el mundo para llegar al otro lugar que debes ir.
Nunca tienes tiempo. No pasa por salir temprano o haberte dormido media hora más; siempre andas a mil y te cansas.
Así es como te empiezas a cansar, no sólo de ese ritmo catastrófico, sino de todo lo demás.
Te quedas sin energía para disfrutar de lo más mínimo, y en tu tiempo libre sólo esperas poder dormir.
¿Por qué?
Quizás es muy probable que no puedas evadir esas obligaciones que debes cumplir sí o sí. Quizás dejas seguir haciéndolo todos los días hasta que te asignen otra tarea distinta pero donde igual vas a vivir así. Quizás eso no lo puedas cambiar.
Pero, ¿no crees que podrías tomarte cinco minutos para respirar?
Sentarte en un banquito cualquiera de una plaza o un boulevard del trayecto que siempre haces, por donde pasas constantemente y nunca te detienes a observar.
Sólo un momento. Sentarte a tomar aire y escuchar el ruidito de los pajaritos; las conversaciones de la señora que está sentada a pocos metros, luchando para que su hijo/nieto no levante el helado del piso. O por qué no, mirar correr el agua turbia de la fuente, que por fín está funcionando.
Fumar un cigarrillo, darle un mínimo momento de relax a esos pies que todavía tienen para rato.
No le hace mal a nadie, ni tampoco es tiempo perdido. No vas a cambiar el mundo en cinco minutos, y si se pudiera, no lo harías igual por estar cansado, con la mente acelerada.
Evita el estrés de vivir así, a mil.
Te puedo asegurar que en cinco minutos en una plaza se te pueden ocurrir las mejores ideas, y hasta surgen las respuestas a eso que te estuvo comiendo la cabeza desde hace un mes.
Hasta puedes conocer a quien siempre buscaste, quién sabe...
En una de esas, estas invirtiendo. Y esos simples cinco minutos se vuelven más productivos que las ocho horas que pasas trabajando.
Ya pasaron los míos, me toca seguir.
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