Vivimos en un mundo virtual, casi irreal, donde quedamos pocos que todavía valoramos la presencia física, el roce de la piel, las miradas penetrantes y el sonido de las palabras en el momento en que nacen, sin editar. Vivimos en un mundo editado.
Editamos casi todo, menos el corazón. No me acostumbro a la ausencia, extraño.
De ser desconocido, a sonrisas en mi cara, haciendo brillar miradas, dando luz.
De ser el milagro del encuentro, a un mal-conocido por redes sociales. Me enredó. Nunca nos vamos a conocer.
De estar presente a ser ausente.
De ser suspiros, a ser un contacto más de Facebook.
Así de triste y aburrido como suena, en lo profundo de la miseria emocional, digital.
miércoles, 24 de febrero de 2016
Digital
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