Quiero volver a ese lugar, donde había mil formas de ver las cosas, y sólo realidad. Donde todo es como yo quiero, en la medida que se pueda, donde está permitido sentir hasta el hartazgo (que aún no llegó).
Ahí donde no existe luz ni oscuridad, y el calor que se produce se vuelve el frío de un acondicionador de aire. Donde se respira el mismo aire, a la misma distancia, y todo está bien.
A ese lugar que mi peor lado se encargó de pensarlo mío, mi pecado más dulce: creerme dueña de momentos, cosas y personas. Pero no me importa, en mi lugar es válido todo lo que me haga feliz.
Volver a ese pequeño lugar donde puedo perderme por su inmensidad. A veces me da miedo pensar en perder el control justo ahí, donde nadie más me puede salvar.
Donde es fácil subir y muy difícil bajar.
Ahí donde no existen límites para soñar, porque se duerme mucho y se quiere más.
A un paso del abismo donde me daría gusto reventarme la cabeza, o morir en el intento de sentir el impacto.
Me impacta.
Donde me quedo colgada en la estacada. (¿Acaso todo el mundo sabe el universo de significados en el que vivimos?).
Ahí dónde quizás me guste perder la cabeza, y la razón.
Donde me permito sobredosis de todo lo que me de placer.
Ahí, porque sí, y puntos.
domingo, 27 de diciembre de 2015
Un lugar
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