jueves, 10 de diciembre de 2015

Multitud

Sin miedo, apelando a mi memoria

No soltarnos, sin quitarnos libertad. No podía dejarte de mirar. Quizás era la euforia de volver a estar tan cerca de vos, poder rozarte sin querer, y queriendo, jugar con tu pelo. Todo el conjunto de cosas que uno siempre desea cuando por alguna razón se aparta bruscamente de otra con la cual había creado, consciente o inconscientemente, un vínculo, y en potencia cuando te cuesta el desapego. Te empalagaste, pero te gusta. Y te separan. Anhelaba volverte a ver y por fin te tenía de frente, conmigo.

Entre sonrisas y miradas, no hacía falta decir nada. La realidad era todo y con la presencia física era suficiente para sentirnos plenos. Creo que entender eso es importante para poder entender el por qué (o el por qué no) de ciertas cosas. Yo me sentía plena cuando te vi, y aún más cuando comprendí que, sin que me lo hayas dicho, vos te sentías igual. Todo era tan lindo.

Y, ¿qué mejor que repartir la felicidad? Nada. No hacíamos nada y eramos felices. Nos fuimos a dormir, como otra actividad "recreativa" que nos resulta placentero compartir. Nadie que no se haya sentido así alguna vez puede comprender lo bien que se siente poder dormir con alguien que deseas. Nada como dormirte con una sonrisa dibujada en la cara, y aunque te despiertes hecha un mamarracho, esa sonrisa sigue ahí.

Nos fuimos a pasear, cual adolescente sale de la escuela un viernes y se va a la plaza a juntarse con amigos, caminando de la mano, o al menos eso intentamos. La gente empezó a aparecer de todos lados, mi mundo de fantasía se empezó a desmoronar. Era evidente que yo no era la única persona aquí que te estaba esperando, y entre tanta gente te perdí. Me perdí. Dejé de sentir tu mano y no te vi más. Ya no sonaban canciones felices en mi cabeza. Te habías ido de nuevo, o te habían alejado, o lo que sea. No estabas más.

Empecé a sentir un frío que me corría por la espalda y a pesar de que era de día, yo sentí que se volvió todo oscuro. El lugar dejó de resultarme familiar, la gente se multiplicaba y yo me sentía cada vez más mínima. Ahora me pregunto, ¿estaba desapareciendo?

Me empecé a ahogar de tanto drama, necesitaba encontrarte otra vez, pero esta vez yo te busqué. Me fui a cada esquina de la plaza, me crucé con tantos personajes, y me parecía extraño que mientras te buscaba entre la gente, no sabía quiénes eran porque no veía sus rostros, pero sabía que no eras vos, porque ninguno era el tuyo. Te seguí buscando, sin éxito.

Y en un momento me frené, noté que ya no era tan diminuta, y había vuelto un poco la luz, entonces comencé a caminar, como camina cualquier persona sin rumbo alguno, buscando algo que lo anime, o lo des-aburra. Busqué sentido y vi un escenario. Creció esperanza en mí. No sé por qué se fue la oscuridad y pude ver que del otro lado estabas vos, llamándome. Estaban tus amigos, también. Me sentí confundida, pero corrí.

Me sentía en una película de drama que yo misma me encargué en ese momento de llamarla "¿Caos?", me sentí exagerada porque no estaban lejos, pero corrí igual. Y ahí estabas, otra vez, en frente de mí, mirándome con una sonrisa. No me hacía falta más. Increíble el poder de tu sonrisa, o mi debilidad. Sentí que todo volvió a la normalidad.

Sentí que todo era real, cada emoción, cada suspiro, y lo sigo sintiendo ahora, después de haberme despertado.

No estoy para interpretar nada. Hoy no.

Lourdes

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