Solía criticar con asco a las mujeres que daban de mamar a sus bebés en cualquier lado; a las embarazadas que “se aprovechaban de su condición” para pedir el asiento en el colectivo lleno o adelantarse en una fi
la. Ni hablar de cuando veía que se cambiaba un pañal en la vía pública o que les limpiaban la nariz con la mano (sin pañuelo).
Todo me daba asco.
Le decía a mi hermana que nunca tendría un bebé porque no soportaba escuchar el llanto, ni la desesperación de no saber cómo calmarlo. Que nunca podría poner el cuerpo para que la panza me creciera tanto que se me hicieran estrías horribles, “como un mapa” que arruinaban la panza chata. ¿Parir? Están locas. Someterse a tanto dolor...
Entonces pasó el tiempo, cambié la forma de ver las cosas y tuve el deseo: tuve una hija, formé una familia, y aún así no reniego de eso que fui. Abrazo a esa adolescente que sólo veía con los ojos que podía, de una adolescente sin empatía.
Si hay algo que me sorprendió de todo lo que aprendí durante mi embarazo fue a entender a esa mujer embarazada que sube cansada al colectivo y necesita tomar asiento. No saben el trabajo que es producir órganos, literalmente nuestro cuerpo funciona por dos.Aprendí que las filas de prioridad no eran para sacar ventaja sino porque realmente cuando tienes tres kilos creciendo adelante, presionando tu vejiga, es muy difícil mantenerse de pie por mucho tiempo sin mearte encima.
Y con todo eso que fui aprendiendo en estos dos años, también caí en pensar que “nadie puede entender a una madre sin ser madre”, dejando por fuera a la experiencia de la EMPATÍA. No, nadie sabe lo que significa poner el cuerpo como madre, pero SÍ se puede aprender todos los días a ponerse en el lugar del otro, entender y ser menos criticón, boca suelta, y poco solidario, sin necesidad de tener hijos.
Hoy, en el día de la embarazada, deseo que cada día haya más personas empáticas y respetuosas con las mujeres que están gestando, las mujeres que crían bebés y niños, y las personas en general! Entiendo que la rutina nos tenga a todos reventados, pero no por eso debemos ser tan soretes entre nosotros, y más cuando hay una situación que no se puede controlar.
Y, creeme, gritarle a un niño que llora en un berrinche de ninguna manera va a hacer que deje de llorar; MENOS, INSULTAR A LA MADRE O A QUIEN LO ESTÉ ACOMPAÑANDO.
Abrazo a todas las embarazadas y familias que esperan la llegada de un nuevo integrante y otro más grande a quienes aún están en la búsqueda.
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