domingo, 15 de mayo de 2016

:v

Tu voz es un fantasma que no está

Qué tal, cómo te va. Espero que el domingo te esté pegando como a mí.

Hay un par de sentimientos bailando en mi cabeza desde hace un tiempo. Me marean al punto de que un día los aguanto, me la banco, y otros- como hoy- te los quiero vomitar, porque es domingo y me permito dramatizar.

El tiempo ha pasado. Has dejado de sorprenderme. Sin embargo, todavía no me aburrí lo suficiente como para dejar de escribir sobre vos.
No sé por qué siempre me inspiras, y ya sabes cómo es esto; de alguna manera hay que pasar las noches de insomnio.

Al menos escribiéndote te siento cerca, aunque estés más lejos que mi idea de libertad.

Hoy no te escribo para que me digas que te gusta cómo escribo. Hoy te escribo porque me cansé de aguantar.
Y, como si estuvieses adivinando cada una de las cosas que pasan por aquí, continuas tu ardua tarea de inspirarme, con tus canciones, tu silencio, y te acomodas en mi cabeza dispuesto a quemar el resto de lo que quede por ahí.

Haces que odie al mundo, haces que me odie a mí.

Pobre el mundo, que bastante arruinado está, y la sigue remando para no decepcionar a los pocos que todavía creen en él. Ahora se tiene que comer mi odio sin sentido. Qué culpa tendrá él de mi resentimiento.

No existe culpa para el desamor. Me hago cargo de mi desilusión. Dejame ir. No quiero estar así en vos. No te quiero así, de a ratos, cada tanto. ¿Acaso piensas que no duele?

Y no me siento ridícula por decirte todas estas cosas. Es mi manera de gritar por papel lo que me trago con suspiros cada vez que alguien me habla de vos.

Me acuerdo de aquella inocente carta que una vez te di, no sé qué quedó de mí ahí. Ya no somos lo que éramos, y no puedes culpar a Macri de eso esta vez.

No me voy a enojar si decides hacer lo que haces siempre, como fantasma que sos, y desapareces por completo de mi campo visual –virtual, porque en la realidad casi no existes, no te veo- en serio. Andá.

Los sentimientos no han parado de bailar aún, y ya necesito bajar. Buenas noches, ha sido un placer dejarme desencantar hoy.

Buscando algo mejor me voy de esta canción.
La lluvia y el miedo me ponen así.

viernes, 6 de mayo de 2016

La foto del dos mil ocho

Miles de años hacían, y aquí están

Hoy el sol volvió a salir,
De la mano de la peste que no me deja dormir.
Hoy la casualidad trajo recuerdos.
Miles de años hacían, y aquí están.
Y no me olvido del poder que tenían, me entristecía.
Me acurrucaba en un rincón a lamentar lo que no fue.
Es decir, lo que fue pero sin mí.
Alguien más ocupó mi lugar en la foto.
¡Ay! Si habrá temblado este corazón, con los ojos hinchados y la cabeza contra la pared.
Sin embargo el tiempo hizo lo suyo y aquí estoy.
Recordando -sin haberlo buscado esta vez- no añorando.
Dándole a cada cosa el lugar que se merece.
Dejando al -tan- pasado descansar en paz.
Paz: lo que siempre me encargué que de les falte.

Hoy me levanto y sigo en mi búsqueda de sentido, pero con otro rumbo.
Hoy sueño por mí.
Hoy veo aquellas fotos y ya entendí que las cosas pasaron porque así tenían que ser.
Hay sonrisas que ya no duelen.
Ahora me inspiran.

Le suelto la mano al rencor.
Perdón.

domingo, 1 de mayo de 2016

Nevermind the end

“Sin embargo, preferiría que no existieras. Que no hayas existido jamás”

Hay mentes brillantes, capaces de crear las ilusiones más creíbles y magníficas que cualquier otro cuento clásico que puedan leer comprando algún libro.
Mentes que vuelan, que fundan ideas con la suficiente fuerza como para hacerte creer en una falsa realidad. Te capturan, te envuelven, te hacen creer que no hay más que esa realidad forzada. Tan enérgica que es todo lo que existe.

También tienen la habilidad de mejorar las situaciones reales, agregándoles adicionales fantásticos, tan perfectos que es obvio que no son reales. No se asemejan a novelas. Son realidades exageradas, pero te las crees. Te ganan, te atrapan. Las vuelves parte de vos.

Quizás en mi cabeza puedo hacer de la nada misma algo que signifique mucho más de lo que es. Tal vez puedo hacer un príncipe de un mendigo, un genio de un iluso, o incluso un gran amor de un desconocido.

Te he perfeccionado en mi cabeza, pero, no existes.

Sin embargo, son tan extremas y absolutas que caigo en el error –pecado- de creerlas, aun sabiendo que han sido mi creación, mi fantasía, mi ilusión. Y me decepciono. Me desilusiona tanta realidad junta, golpeándome en la cara, mientras me dice deja de delirar.

Él era tan perfecto en mi cuento, irreal.

Reniego. Es en vano, lo sé.
Y aunque sé cómo es todo en realidad, lo elijo así, como yo quiero.

Sin embargo, preferiría que no existiera. Que no haya existido jamás. Ni como yo lo idealicé, ni como es en verdad. No lo quiero más. Porque en cualquiera de sus variantes, de la forma que sea, aun así no podrá pertenecerme. En absoluto.