Qué lindo estabas ese día. Tan lindo como siempre, pero mucho más lindo que hoy.
La pulcritud de tu rostro. Una energía especial parecía estar iluminándote. Quizás a esa luz la irradiabas vos, desde los poros, y te salían los haces de entre los dientes constantemente, por tu enorme sonrisa. Esa sonrisa tan honesta como sincera. Hermosa. Cada parte de tu cara es hermosa; y esa mañana se te notaba más.
Tu vestimenta contribuía a ese cosplay de Dios que personificabas. Rompías la costumbre de vestir de negro y el blanco te hacía resaltar del resto. Quizás después de ese momento decidiste encerrarte en la oscuridad para siempre, quién sabe.
Tu mirada relajada acompañaba la sonrisa para cerrar la armonía de tu rostro. Esas almendras que tienes como ojos transmitían todo lo que por tímido seguro no te animabas a decir. En realidad no lo sé, no estuve ahí, pero en una simple -y detestable- imagen se puede ver cómo esos ojos gritan lo que sientes. O sentías.
Estabas tan hermoso, mi amor. ¿Qué te pasó?
Te recibí hecho pedazos. Te agarré por partes y de a poco intento unirte; que cada trozo se compacte y seas vos de nuevo. Por eso siempre te abrazo con todas mis fuerzas. Porque quiero verte bien.
Quizás no sea lo mejor que yo desee ver esa sonrisa que tenías, ahora viéndome a mí. Algo de mi sabe que eso no me corresponde. Ese brillo no era por mí. Yo no estoy en esa foto, ni estaba en esa realidad.
Me cuesta tanto volver al presente después de ver ese pasado. Me olvido de que ahora esos ojitos tan lindos me miran a mí. Pero, qué más puedo hacer; siempre fui así.
Ojalá existiera un libro de nuestras vidas y pueda arrancar todos los capítulos que hoy los leo y me hacen llorar. Pero son tantos que entiendo que si lo hiciera, quedarías vacío. Me cuesta entender que todo eso es parte de vos, y te tengo que querer así. Agh!
Lo bueno de todo este drama es que puedo tener la consciencia tranquila de saber que bueno, sí, no causé esas sonrisas, y no estabas enamorado de mí, entonces por eso no fui yo quien te dejó por el piso, destrozado.
Lo que me queda es intentar que ese cuento no quede ahí y puedas tener un final feliz; no con ella, quizás sin mí.